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La cefalea en racimos es tan dolorosa que se la conoce como la «cefalea del suicidio». Descubre todo sobre este tipo de dolor de cabeza con este vídeo del neurólogo Valentín Mateos.
La cefalea en racimos es una cefalea primaria y es más frecuente en los hombres jóvenes. “Llamamos racimo a los periodos en los que el paciente está sintomático, porque lo característico de esta cefalea es alternar periodos de tiempo en que tienen cefalea diaria con otros de duración variable en los que el paciente está asintomático”, explica el neurólogo Valentín Mateos.

¿Cómo es la crisis de la cefalea en racimos?

La crisis de este tipo de cefalea es muy característica:

  • La intensidad del dolor es muy alta.
  • El dolor se localiza en el ojo y su vecindad.
  • Su duración es breve.
  • Tiene unos síntomas acompañantes muy prominentes: ojo enrojecido, lagrimeo, párpado hinchado e incluso caído, y la fosa nasal del lado del dolor suele estar seca o con secreción mucosa.
  • El paciente está muy inquieto.
  • La crisis puede repetirse varias veces a lo largo del día, y es muy frecuente durante la noche.

¿Cuál es el diagnóstico de la cefalea en racimos?

Como en todas las cefaleas primarias, el diagnóstico de la cefalea en racimos es clínico. Además, en este caso es aconsejable realizar un estudio de neuroimagen, es decir, una resonancia magnética craneal.

¿Cuál es el tratamiento de la cefalea en racimos?

En el tratamiento de la cefalea en racimos hay dos situaciones:

  • Cómo actuar en cada crisis: existen dos fármacos que se pueden utilizar: por un lado, la toma de sumatriptán por vía subcutánea; por otro, la inhalación de oxígeno a alto flujo durante 15 minutos. Ambas formas de tratamiento sirven para reducir la duración del racimo a pocos minutos.
  • Cómo cortar el racimo: el racimo, una vez iniciado, está predispuesto a durar semanas o meses. Para cortarlo, lo más efectivo son los bolos de corticoides, administrados por vía oral o por vía parental. Asimismo, también es frecuente la infiltración del nervio occipital mayor, es decir, una infiltración subcutánea en la parte posterior del cerebro del lado del dolor, el cual es el mismo siempre.

En aquellas personas en las que los racimos son de larga duración o tienen recaídas muy frecuentes se pueden utilizar distintos fármacos como tratamiento preventivo y, excepcionalmente, también se puede recurrir a alguna técnica intervencionista.